No sé que opinen, pero las flores de la fotografía (clic para agrandar) se me hicieron preciosas. Nacen en la playa a tan solo un par de pasos – literalmente – de donde rompen las olas. Su hogar es un ambiente hostil: arena sin muchos nutrientes, agua salada, sol muy intenso… Tan rudo es el ambiente que las flores brotan con los primeros rayos de la mañana para marchitarse antes de que el sol alcance el cenit. Una belleza efímera cuyo contexto me señaló el por qué vivimos endeudados, el por qué de nuestro esquema tributario tan inequitativo, el por qué sufrimos una maquinaria ineficiente de gobierno.
La siguiente fotografía nos muestra las flores en su contexto, y estoy seguro que la imagen hablará por sí misma:
Si no alcanzas a ver nada en especial en la imagen, no te preocupes: Es sólo una muestra de lo acostumbrados que ya estamos a la basura. Botellas de refrescos, empaques de comida y botanas, bolsas de plástico, cubiertos, papeles… Donde alguna vez encontrabas caracoles y conchas marinas de múltiples formas, estrellas marinas y peces que nadaban a tu alrededor (recuerdo incluso caballitos de mar), ahora encuentras los desperdicios que dejan los bañistas que visitan las playas durante el verano.
Y lo curioso es que a quienes pregunté en la playa por el origen de la basura me respondían por lo general «es que la gente es muy cochina«. Es cierto que en todo lo largo de la playa no había un solo bote de basura, pero ¿no sería foco de mayor contaminación un bote donde se acumularan restos de comida y desperdicios cerca de donde la gente nada, come y los niños se divierten? ¡Ya sé la respuesta! Si el gobierno pasara de forma frecuente a recoger y limpiar los botes no serían fuente de contaminación… Pero, ¿y qué hacemos con los vándalos que sin importar su edad y motivación destruyen los botes de basura por diversión, travesura o como forma de mostrar su descontento social? ¡Claro! Si tuviésemos leyes justas que castigaran a los vándalos y cuerpos de seguridad eficientes en las playas que las hicieran valer, todo el problema se solucionaría.
Vamos a pensarlo mejor… Los botes de basura tienen un costo, y para que duren en un ambiente tan salitroso, húmedo y sujeto a tormentas ocasionales como es la playa, tendrían que ser de un material resistente que seguramente elevaría su costo. El camión de basura dedicado a recoger la basura también tendrá costo (se tiene que comprar) y además está el tema de la gasolina y el mantenimiento. ¿Y qué me dicen de los operarios del camión y del personal que recogería la basura y limpiaría los botes (¡ah!, y no se nos olviden los insumos de limpieza)? Además tenemos a los cuerpos de seguridad de la playa… ¿Y quién pagará todo esto? ¡Pero claro, si es obligación del gobierno! Ya sea municipal, estatal o federal. Sólo que si lo paga el gobierno, necesitará seguramente incrementar los impuestos para poder cubrir estos nuevos gastos.
Ya me imagino a algún diputado defendiendo el positivo impacto ecológico que tendría la propuesta anterior, a otro diciendo que si bien los costos serían altos en un principio, una vez implementado estos se reducirían bastante. No faltaría otro más que argumentase que ésto no beneficia a todos los ciudadanos porque no todos tienen la oportunidad de ir a la playa, mientras que otro defendiera que playas limpias serían más atractivas a los turistas, lo que significaría una derrama económica para las poblaciones ribereñas. ¿Y los medios de comunicación? Seguramente discutiendo si en verdad es necesario un impuesto adicional ya que seguramente, de haber menos corrupción y más eficiencia en el gasto público, se podría pagar por estos servicios sin necesidad de incrementar la carga impositiva a la sociedad. Mesas de discusión, marchas de gremios de pescadores, entrevistas… ¡vaya jolgorio que podría llegar a armarse!
Pero sería un jolgorio totalmente innecesario. Si cada visitante llevase una bolsa para la basura (podría ser la misma donde traía las botanas y los refrescos) donde resguardara sus propios desperdicios llevándoselos a su casa u hotel para depositarlos en un bote de basura, sería suficiente para tener las playas limpias sin necesidad de todo el gasto y teatro de los párrafos anteriores. Sólo se requiere que cada uno seamos responsables de nuestra propia basura, de manera que no nos encojamos de hombros cuando el viento se lleva las servilletas sucias o los niños regresan sin la botella con la que se fueron a jugar a la arena momentos antes.
Cuando los ciudadanos somos responsables, comprometidos, actuando en base a principios universales (no tirar basura, respetar el medio ambiente, ayudar a nuestro prójimo, ser amables con nuestros vecinos), no es necesario gastar de más para subsanar nuestra propia irresponsabilidad.
¡Y mejor aún!
Si los ciudadanos somos honestos, responsables y comprometidos, las autoridades también lo son porque, ¿no acaso los gobernadores, diputados, alcaldes, servidores públicos en general y el mismo presidente son ciudadanos formados y educados por la sociedad?
A Dios gracias existen muchas personas que apuestan por el cambio: Vi familias que cuando se retiraban se llevaban no sólo sus desperdicios sino la basura que encontraban en la zona donde se encontraban. Personas que continuaban su paseo a la orilla del mar cargando el envase del refresco que ya se habían acabado. De manera que no hay que actuar bajo un razonamiento de «¿Para qué cargar con la basura si hay tantos que la tiran?» sino más bien con un «¿Y por qué habría de tirarla?«.
Por lo pronto nosotros aportamos nuestro granito de arena: bolsa en mano pedí a mis hijos y sobrinos que me acompañaran a limpiar la playa. Claro que al principio hubo resistencia: tenían que suspender sus juegos para recoger una basura que ellos no habían tirado. Pero al final lo hicieron inyectando alegría y entusiasmo a la tarea, de manera que terminó siendo un momento divertido de aprendizaje, formación e integración familiar. ¡Estoy muy orgulloso de ellos!
No bien habíamos acabado de limpiar la zona que nos propusimos, hubo una recompensa inesperada: una hermosa puesta de sol enmarcada con el vuelo de flamencos cuyo cuerpo se veía de un rosa intenso por el sol del atardecer. Parecían saetas de fuego saliendo del astro rey. Una sublime muestra de agradecimiento como sólo la madre naturaleza sabe hacerlo.
¡Éxito!
Excelente propuesta pero ademas ¡Hay que poner los botes de basura!
La educación hará el resto. Si nuestros niños nos ven hacer esto ellos lo harán por imitación.
Cuando sean adolescentes dejarán de hacerlo, por la edad, pero pasado ese lapso volverán a cuidar su entorno.
Y si hay botes de basura nosotros mismos presionaremos para que los vacíen todos los días.
En donde yo vivo (España) en las playas HAY tambos y botes de basura y si, hay gente sucia en todas partes que dejan su cochinero, pero la mayoría caminamos 20 pasos y dejamos la basura en su lugar.
Y la gente que va lo hace ¡por imitación!
Hay que hacer el esfuerzo nosotros, los adultos porque la educación no se enseña en el cole, sino en casa.
Estupenda propuesta y me uno a ella.
Saludos!
¡Betty! Qué gusto saludarte en estas líneas 😀
En México hay botes de basura en malecones y bulevares que corren a lo largo de la playa de puertos y ciudades costeros. Pero en pueblos pequeños de pescadores (como el de la foto), playas semi-vírgenes, y zona de casas de veraneo, no hay este tipo de servicios públicos. Con 11 mil kilómetros de litorales es poco viable sembrar de botes de basura todas nuestras playas.
Respecto a lo que comentas, en las playas con servicio de botes de basura es doblemente vergonzoso que se tire la basura sobre la arena o en el mar. Ya no sólo es irresponsabilidad sino una muestra de desidia y hasta flojera sublimes.
Gracias por sumarte a la propuesta. Como bien dices, ¡la educación comienza en casa! 😀
Un fuerte abrazo hasta el otro lado del Atlántico…