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La odisea de Unelma, Tavoite y Erityinen – Cuento de Navidad 2019

Mauricio Priego 23/Dic/2019 2
Cómo convertir tus sueños en metas - Cuento de Navidad 2019

Como ya es tradición en cada navidad, tengo para ustedes un obsequio: un cuento que nace de mi deseo de llevar a sus hogares algo más que sólo temas financieros. Al final, la verdadera riqueza la llevamos en nuestro interior. Confío que les guste…




Hacía ya tiempo que el Gran Disco Dorado había desaparecido. Lo que antes eran verdes pastos, hoy despedía un extraño fulgor blanco, y un negro manto cubría el brillante azul del cielo, por el cual, sin embargo, lograban filtrarse millones de puntos luminosos en los lugares donde se entrelazaban los hilos del manto.

La manada se mantenía unida. Los cuerpos de los renos más fuertes protegían del gélido clima a las madres y a sus crías. Aún los jóvenes más intrépidos sabían que no debían alejarse, ya que en la obscuridad era sencillo perderse y ser presa de los lobos.

Cada jornada era la misma rutina: Buscar nieve suave en la oscuridad reinante para, hurgando en ella, encontrar algún abrojo escondido, saciando su sed con la nieve que se derretía en sus bocas.

Lo único divertido era escuchar al loco Unelma. Si bien era vigoroso aún, ya había visto muchas veces regresar al disco dorado, el cual hacía huir al negro manto y retroceder a la nieve. Hablaba continuamente de que, cuando la manada estaba quieta, lograba escuchar un murmullo que venía de más allá del bosque, detrás de las colinas, donde las luces del cielo bailaban iluminando de colores sus cimas.

– «El murmullo es muy parecido al de los caminos de agua que deja el hielo al retirarse ante el Gran Disco Amarillo» – solía decía Unelma, – «y si hay caminos de agua, es posible que haya hierba fresca

– «¡Sólo tú lo oyes!» – Se burlaban los renos más jóvenes. 

– «Hierba fresca… ¡Bajo el hielo y la nieve! Estás demente» – Le callaban sus compañeros cuando, en las horas de guardia, les compartía sus ideas.

– «¡Pero deberíamos por lo menos ir a explorar! ¡Tan solo un grupo de nosotros!» – Defendía Unelma ante los ancianos de la manada. – «Con agua y hierba fresca, más de nosotros volveríamos a ver al Gran Disco Amarillo. El cuerpo de los montes nos protegería del viento a todos, así como nosotros protegemos con nuestros cuerpos a los más pequeños. ¡Y los lobos prefieren las praderas! Podríamos vivir ahí tranquilos y sin miedo.

– «¡Calla!» – Le amonestaban los ancianos – «Tus ideas locas sólo conducirían a la extinción de la manada. ¿Cruzar el bosque oscuro? ¿Subir los montes resbaladizos? Muchos morirían en el camino, ¿y para qué? ¿Para encontrar sólo más hielo y oscuridad?»

– «Pero es que yo escucho el murmullo. Estoy seguro de que si fuéramos…»

– «¡HAZ SILENCIO DE UNA VEZ INSOLENTE!» – Y los ancianos renos, dándole la espalda, lo dejaban solo.

Tan solo su hija Tavoite lo escuchaba con atención. Creía en lo que decía su padre, y cada día que pasaba se convencía más de que valía la pena intentarlo.

Con precaución hacía cortas incursiones al bosque, en las que aprendió a distinguir senderos entre la oscura vegetación. También descubrió que, si caminaba cuando el viento soplaba a su espalda, los lobos de la pradera no lograban olfatearla. Además, encontró que a los pies de los árboles marchitos era posible encontrar jóvenes retoños congelados en el tiempo, que una vez descongelados en la boca, podían comerse.

Consideró que se requerirían de 6 a 7 jornadas para cruzar el bosque y llegar al pie de los montes. Y ya estando ahí, sería cuestión de esperar a que el disco plateado les permitiera encontrar un paso entre los muros de piedra.

Tavoite le comentó sus descubrimientos y planes a su padre, y Unelma, a su vez, a los ancianos…

– «Has contagiado con tus locas ideas a tu hija.» – Sentenciaron los ancianos. – «Si no quieres que te expulsemos de la manada, deja ya de insistir e instigar a los demás renos con tus tonterías imposibles.»

Esa noche Unelma habló con Tavoite

– «Tienen razón los ancianos. Ellos son sabios. Lo que hay que hacer es esperar a que regrese el Gran Disco Dorado»

– «¡Pero papá, podemos lograrlo!» – le respondió Tavoite – «Ya ubiqué los senderos, ya sé cómo encontrar comida, ¡sé cómo burlar a los lobos!»

– «Y no lo dudo hija mía, pero no puedes arriesgarte. Tu hijo Erityinen aún es muy joven, y no es prudente que te arriesgues y lo dejes solo»

– «No tendré aún tu experiencia abuelo, pero ya cuido de mí mismo y participo en las guardias de la manada» – Intervino el joven reno que, hasta ese día, se había limitado a escuchar a Unelma y observar a Tavoite. – «Hoy el viento sopla desde el fondo de la pradera, los pequeños brillos en el manto que cubre el cielo manto son intensos, y las luces bailan sobre los montes. Es buen momento para partir. Creo en ustedes y estoy seguro que lo que proponen puede lograrse, así que voy a hacerlo. No me importa ir solo… Así que, si quieren acompañarme, es momento de irnos.»

Unelma y Tavoite se observaron por unos momentos, asombrados por la determinación de Erityinen. Los riesgos ya estaban evaluados, el plan ya estaba definido, así que lo único que quedaba por hacer, era tomar una decisión.

Y la tomaron.

Partieron sin decirle a nadie. Cuando los senderos se bifurcaban, el fino oído de Unelma buscaba el murmullo para retomar el camino. Si Erityinen se sentía cansado, la vívida descripción de Unelma le daba fuerzas. Finalmente, siguiendo lo planeado por Tavoite, llegaron al pie de los montes tan solo una jornada después de lo que había calculado.

Durante dos jornadas recorrieron el borde de los montes. Fue en la tercera jornada cuando la luz del Disco de Plata iluminó un camino entre pilares de piedra. Conforme se adentraban en él, el murmullo se fue haciendo más perceptible, hasta convertirse en un rugido atronador.

Los tres renos se detuvieron. Ahí, delante de ellos, una gran caída de agua reflejaba con intensidad la luz del Disco de Plata, iluminando un pequeño valle, en medio del cual corría un río de agua cristalina. Helechos y musgos se escondían entre las piedras, protegidos de las ventiscas por las altas paredes de roca.

Después de tomar agua, comer hierba fresca y descansar guarecidos del frío en una caverna, regresaron a la manada.

Claro está, no todos les creyeron. Pero los que sí lo hicieron los siguieron hasta el pequeño valle, donde vivieron tranquilos y sin miedo hasta que regresó el Gran Disco Amarillo retornando entonces a la pradera.

Desde entonces, cada vez que el Gran Disco se acerca al horizonte y el manto comienza a cubrir el cielo, los renos regresan al valle escondido. Y ahí, bajo el fulgor de la caída de agua iluminada por el Disco de Plata, los ancianos cuentan a los más jóvenes la odisea de Unelma, Tavoite y Erityinen.

Pero no cuentan una historia antigua sobre sus antepasados, sino sobre el camino que debemos seguir para convertir nuestros sueños (Unelma en finlandés) en objetivos (Tavoite), inspirándonos y guiándonos para que, con determinación y perseverancia, alcancemos nuestras metas (Erityinen).

Postal Navidad 2019
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Referencias

2 Comentarios »

  1. hector 23/Dic/2019 en 12:18 pm - Responder

    Buenas tardes quiero saber si me puede brindar una asesoría respecto a un contrato de mutuo simple, es un préstamo por 500mil pesos. Me gustaría saber los procesos a seguir y repercusiones fiscales y legales.

    Estoy interesado en una asesoría telefónica, agradecería me pudiera indicar el precio de su asesoría.

    Gracias

    • Mauricio Priego 23/Dic/2019 en 4:01 pm - Responder

      Hola Héctor,
      Te mandé un correo con la información que solicitas. Quedo al pendiente.
      Mis mejores deseos para ti y tu familia en esta Navidad ¡Felicidades!

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