Cuando alguien dice «nombren a un líder» frecuentemente aparecen nombres como Gandhi, Alejandro Magno o Teresa de Calcuta, personas que han motivado a un gran número de personas a lograr cosas extraordinarias, cambiando en ocasiones incluso el curso de la historia. Pero para ser líder, ¿se requiere forzosamente inspirar a muchas personas? ¿Que un grupo – o una multitud – te siga hasta alcanzar las metas y objetivos que compartan contigo? En las definiciones usuales de «Liderazgo» parecería que sí, pero hoy quisiera proponerles otro enfoque: el del liderazgo cotidiano, aquel que ejercemos desde nuestra humilde trinchera, muchas veces de forma anónima y sin darnos cuenta, pero que tiene el poder de cambiar el mundo.
Recuerdo mi época de secundaria. Habíamos cambiado de ciudad por motivos de trabajo de mi padre, y si de por sí nunca fui del grupo de «los populares», el estar en una nueva escuela donde no conocía a nadie fue para mí algo sobrecogedor: Costumbres distintas, cultura distinta, inmerso en una sociedad bastante cerrada hacia los extranjeros en aquella época. La soledad en los descansos entre clases me llevó a la biblioteca de la escuela, donde comencé a leer libro tras libro.
La bibliotecaria, una señora sexagenaria, en un principio me entregaba los libros sin mediar mayor palabra siguiendo el estereotipo que vemos en cine y televisión. Pero quizá porque observó que no convivía con mis otros compañeros, o quizá sólo porque la biblioteca no tenía muchos visitantes, un día comenzó a conversar conmigo… Y ese día comenzó a cambiar todo. En un principio simplemente me recomendaba libros, algunos de ellos de motivación personal aunque en ese entonces aún no los reconocía como tales. Juan Salvador Gaviota de Richard Bach (hasta hoy uno de mis libros de cabecera), El Principito de Saint-Exupéry, El Secreto más grande del mundo de Og Mandino, El Diario de Anna Frank e incluso Cómo Ganar Amigos de Daniel Carnegie comenzaron a pasar por mis manos.
Cada vez que devolvía un libro se sentaba conmigo a conversar sobre su contenido, intercambiando ideas y experiencias, hasta que un día me propuso un reto: Llevar todo lo leído a la práctica. ¡En un principio la creí loca! No podía hablar con zorros, ni volar a la velocidad del pensamiento… aunque eso de estar encerrado sin contacto con el exterior se me daba muy bien. Y entonces las conversaciones cambiaron. Poco a poco me enseñó a abrirme a las nuevas ideas y experiencias, me enseñó a confiar en las personas y a percibir la bondad inherente en ellas, descubrí que el miedo podía ser superado y que la soledad era en realidad un acto egoísta ya que le negaba a otras personas la oportunidad de tener en mí una mano amiga. Comencé entonces a hacer nuevos amigos, a integrarme a la comunidad escolar, a adoptar nuevas costumbres, y a apoyar a mis compañeros en sus estudios con los conocimientos adquiridos con tantas horas de lectura.
Y ahí la tienen: Una señora sexagenaria, recluida en una biblioteca, sin mayor contacto con los alumnos, quien tocó la vida de uno de ellos logrando posiblemente que cambiara su destino. ¿No es acaso un ejemplo de liderazgo?
No la he vuelto a ver desde entonces. Nunca pude agradecerle ya que en esa edad no supe ver todo lo que me había regalado, y es por ello que la pongo como ejemplo del Líder Cotidiano: una persona que a través de una palabra, de una mirada, logra cambiar una vida con un solo gesto de simpatía.
Les dejo con este video de Drew Dudley, conferencista enfocado en temas de liderazgo, el cual me inspiró a compartir con ustedes esta experiencia.
Profesora Enna Ricalde, donde quiera que se encuentre, Dios la bendiga.
Referencias
- Conferencia «Líderes Cotidianos» – Publicación original en TED
- Imagen: Leocadio Martín
De acuerdo con mi experiencia la mejor forma de ejercer el liderazgo es sirviendo!!
¡Muy cierto Ismael! Un verdadero líder se arremanga las mangas y se ensucia las manos… Creo que esa es la diferencia con los líderes retóricos, que si bien son carismáticos y logran mover cantidades increíbles de personas, en muchas ocasiones terminan convirtiéndose en tiranos… El caso de Hitler, por ejemplo.
¡Éxito!
¡Muchísimas gracias por compartir esto y por haberme permitido recibirlo!
Y antes que me pase a mí lo mismo que a usted (no agradecer a tiempo, antes que me pueda oír/leer): Muchas gracias por su liderazgo, estoy segura que usted también ha contribuido a mejorar el mundo a su alrededor y de todos los que están en contacto con usted.
Gracias por lo que me toca Susana!!
Dios les bendiga a ti y a tu familia 🙂