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La promesa, la anciana y el quinqué – Cuento

Mauricio Priego 06/Abr/2015 13
La promesa, la anciana y el quinqué – Cuento

Estos eran dos amigos que llevaban una vida honesta viviendo del fruto de su trabajo. Por azares del destino ambos se encontraban viajando juntos una fresca noche de primavera cuando el vehículo que los transportaba comenzó a fallar obligándoles a detenerse a la vera del camino. Por un rato esperaron a que pasara algún otro conductor que pudiera ayudarles, pero el paso del tiempo demostró que aquella ruta no era muy transitada. Decidieron empezar a caminar hacia el siguiente pueblo, mas para le media noche se encontraban cansados, hambrientos y a la mitad de ningún lado. Fue entonces cuando vieron una luz en la distancia la cual siguieron a falta de una mejor idea.




Finalmente llegaron a una humilde choza cuya puerta se encontraba iluminada por la llama de un quinqué de aspecto antiguo. Sin estar convencidos de que fuese una buena idea debido a la hora tocaron a la puerta, abriéndoles una mujer anciana la cual, lejos de sorprenderse por los dos extraños, pareció alegrarse de verlos.

– Disculpe señora, – dijo José – nuestro automóvil se descompuso y hemos estado buscando ayuda. Vimos la luz de su puerta caminando por la carretera y pensamos que quizá tuviera un teléfono que pudiera prestarnos.

– Disculpen pero no tengo teléfono. – Contestó la señora – Sin embargo ya es tarde y no es prudente que estén caminando por estos caminos desiertos. Si gustan pueden quedarse esta noche y en la mañana continuar hasta el pueblo.

– No queremos incomodarla, pero le agradecemos su ofrecimiento. – respondió Sergio pensando si la señora viviría sola.

En ese momento se escucho el sordo retumbar de un trueno al tiempo que nubes oscuras rasgadas por la luz de rayos y relámpagos apareciendo sobre las montañas que cerraban aquel valle.

– No hay nada que discutir. Por favor acepten mi hospitalidad…

Ambos amigos se miraron unos momentos y finalmente decidieron aceptar. Por dentro la casa era tan sencilla como en el exterior, de una sola habitación, con las paredes y muebles tan antiguos como su propietaria.

– Supongo tendrán hambre. Me queda algo de lo que cociné para cenar pero quisiera pedirles un favor. Al parecer va a llover y no he podido cubrir unas goteras del techo. Sé dónde se encuentran y tengo láminas y clavos para cubrirlas, ¿podrían ayudarme mientras caliento la comida?

Los amigos se encontraban en extremo cansados pero no pudieron negarse a la solicitud de la anciana que tan amablemente los había recibido. Así que cargando las láminas y los clavos y tomando el quinqué de la puerta, subieron al techo a reparar los puntos indicados por la anciana. Aún se encontraban en el techo cuando se soltó la lluvia de manera que terminaron mojados. Lo que no sabían es que esa no iba a ser el único servicio que realizaran, porque en cuanto bajaron la señora los recibió con otra solicitud: El viento había abierto el pequeño corral y sus pocos animales habían salido… Y bajo la lluvia y acompañados por el quinqué, los amigos salieron a reunir nuevamente a los animales encerrándolos en el corral.

A esta solicitud siguió otra y luego otra, hasta que finalmente las nubes se alejaron iluminándose el cielo detrás de las montañas con la aurora de la mañana.

– ¡Hijos, disculpen! – Dijo la señora – Sin darme cuenta les he estado haciendo trabajar toda la noche. Por favor tomen ropa seca de mi marido que en paz descanse y procuren dormir un poco.

Ambos estaban demasiado cansados para objetar así que obedecieron. Al despertar encontraron sus ropas limpias y secas, comida en la mesa y una nota detenida bajo el peso del quinqué para que no se la llevara el viento. La nota decía: «Hijos, a pesar de su cansancio, hambre y las incomodidades que pasaron, me ayudaron sin conocerme. Por ello he decido recompensarles con dos presentes: El primero, mi promesa de que nunca les faltarán recursos; El segundo es el quinqué cuya luz les trajo a mi casa y el cual les alumbró durante las tareas que realizaron. Que su luz siga iluminando su vida.«

José y Sergio se miraron azorados por la extraña nota. No encontrando a la anciana por las inmediaciones, cambiaron sus ropas, comieron los alimentos que les había dejado, y dejaron también ellos una nota de agradecimiento. Saliendo de la casa José se percató que Sergio llevaba el quinqué consigo.

– ¿Para qué lo quieres? Seguramente la señora lo necesita más que nosotros.

– La señora amablemente nos los regaló y no quisiera ofenderla despreciando su obsequio. Además, después de todo lo vivido, me va a ayudar a recordar esta extraña noche…

– Quédatelo entonces, pero no se te olvide que también nos obsequió que nunca nos faltarán recursos – Respondió José en tono burlón.

– Ríete si quieres, que de cualquier manera considero que su buena intención es honesta.

– Honesta, posiblemente… Real, ¡Ojalá! Ya quisiera tener dinero abundante y que nunca me falte.

– ¿Dinero? ¿A qué te refieres?

– ¿Pues no dice en su nota que «nunca nos faltarán recursos«? ¿Pues a qué otra cosa se puede referir?

– No lo sé… – Respondió Sergio fijando su mirada en el quinqué.

Al llegar al camino se asombraron de ver su auto cerca de donde se encontraban, pero se sorprendieron aún más cuando éste encendió sin ningún problema.

Pasó el tiempo, y como frecuentemente ocurre, la vida separó el camino de los amigos. José prosperó en los negocios llegando a ser una persona rica, con empresas de diversos giros que mes a mes incrementaban el cúmulo de sus riquezas. Claro está que con esa prosperidad llegaron nuevas responsabilidades, ya que tenía que dirigir los negocios, negociar con clientes  y proveedores, dar seguimiento constante a sus gerentes, enfrentar problemas legales propios de los negocios… Y si bien el dinero no le faltaba, seguía trabajando de sol a sol para mantener aquello que había creado.

Un día sentado en un café revisando el reporte de operaciones de uno de sus negocios, una persona se le acercó con una amplia sonrisa en sus labios.

– ¡José, qué gusto volver a verte!

– ¿Sergio? ¡Pero qué chico es el mundo! Quién diría que te encontraría aquí. ¿Cómo has estado?

Ambos amigos estuvieron conversando por un rato poniéndose al tanto de lo acaecido en sus respectiva vidas, centrándose poco a poco el tema de plática en sus actividades.

– A Dios gracias los negocios van bien, – comentaba José – pero no puedo negarte que es bastante estresante lidiar en tantos frentes a la vez. Es duro tener que sacrificar a la familia y no tener tiempo para ti mismo, pero es el precio del éxito ¿o no?

– Pero el dinero no te falta…

– ¡Para nada amigo! De eso sí no me puedo quejar. He podido darle a los míos el nivel de vida que siempre he deseado… Aunque a veces mis hijos me han recriminado que pretenda comprarlos con dinero… Adolescentes. Juzgan a la ligera sin atisbo de agradecimiento. – El tono de José se volvió reflexivo.

– Por lo visto entonces aquella anciana de la cabaña cumplió su promesa: El dinero nunca te ha faltado.

– ¿Qué dices? – La aventura de la cabaña en aquella noche de tormenta prácticamente se le había olvidado – ¡Estás loco! Lo que he logrado no es gracias a la anciana, sino de mi esfuerzo.

– Perdona, no te molestes. No era mi intensión ofenderte. – Contestó Sergio.

– No, perdóname tú a mí… Como te decía he andado un poco tenso. Pero la promesa también fue para ti, ¿también has alcanzado la riqueza?

– No precisamente…

– ¿Entonces la anciana no te cumplió a ti? – Le preguntó José mientras mostraba una expresión de fingida sorpresa.

– Al contrario. – Le respondió Sergio – En toda mi vida no me han faltado los recursos: Mis clientes me ha recomendado a sus amigos, y estos a su vez a los suyos, con lo cual el trabajo no me falta. Dispongo de tiempo para pasar con mi familia, y cuando he tenido necesidad, nunca me ha faltado una mano amiga que me ayude… De hecho, he realizado acuerdos de colaboración con conocidos de manera que nos apoyamos mutuamente según nuestras habilidades y experiencia, lo cual puede derivar en negocios, en apoyo personal… e incluso en apoyo a la comunidad.

– Sigues siendo un idealista. – Respondió José después de verlo un largo rato a los ojos – En el mundo que nos ha tocado vivir, para todo necesitas el dinero.

– En realidad el dinero tan sólo es un recurso más. – Contestó Sergio también viéndolo a los ojos – Es un simple medio de intercambio. Y si lo consideras, tiene la ventaja que puedes conseguir más cuando se te acaba, puedes acumularlo, puedes meterlo a un banco o a alguna inversión para que te genere más dinero. Mientras que el tiempo, ¿cómo puedes generar más? Cuando un amigo fallece, ¿cómo puedes volver a conseguirlo? Y a diferencia del dinero que una vez que lo usas deja de ser tuyo, tus habilidades y conocimientos, mientras más las usas, más se incrementan. Si dedicas tu vida al dinero, al final dejarás un cúmulo de billetes y monedas. Pero si dedicas tu vida a servir a quienes te rodean, al final serán sus bendiciones las que te acompañen en el viaje a la otra vida.

Un silencio incómodo se interpuso entre José y Sergio. El primero observaba con desagrado el brillo en los ojos de su interlocutor mientras decía tanto disparate. El segundo observaba con tristeza la oscuridad con que las presiones y preocupaciones habían velado la chispa de la vida en los ojos de su amigo.

Era de noche cuando Sergio llegó a su casa. Besó a su esposa, abrazó a sus hijos, acarició a su perro y se dirigió a una habitación iluminada por una luz trémula. Ahí, sobre una pequeña mesa, se encontraba encendido el antiguo quinqué obsequio de aquella amable anciana. Se acercó sonriendo con ternura, y acarició con su pulgar las pequeñas letras grabadas en su base, las cuales descubrió hacia ya muchos años al limpiarlo cuando regresó a su hogar después de tan extraña aventura:

«Tu fe, tu tiempo, tus dones y tus semejantes son tus más valiosos recursos. Haz uso de ellos con sabiduría.»

Amigos, felices fiestas de Pascua. Y con mi mayor respeto a sus creencias personales, que Dios les bendiga.

Referencias

13 Comentarios »

  1. roberto pino 02/Jun/2015 en 1:21 pm - Responder

    gracias por compartir este cuento. A veces no nos damos cuenta de lo que nos rodea porque estamos ciegos en el afán de encontrarlo.
    Me encantaría encontrar el cuento de la vaca y el aguila que leí en una revista… adonde puedo?
    gracias por sus bendiciones.
    roberto pino

    • Mauricio Priego 03/Jun/2015 en 6:18 am - Responder

      Gracias a ti Roberto por compartirnos tus pensamientos 🙂
      El cuento de la vaca y el águila lo puedes encontrar siguiendo esta liga: ¿Vaca o Águila? Tus hijos verán en ti aquello que les inculques
      Por curiosidad, ¿en qué revista leíste el cuento?
      Éxito en tus proyectos

      • roberto pino 03/Jun/2015 en 9:40 am - Responder

        Lo leí en la revista «Nuestra GENTE» de abri-mayo 2015 n. 57
        Gracias por compartirme el enlace.
        Roberto Pino

  2. Elizabeth Padilla 15/Abr/2015 en 11:32 pm - Responder

    Bello cuento Mauricio, como todos los que he leído en tu blog. Es muy importante recordar que nuestros recursos o son sinónimo de nuestro dinero, porque frecuentemente lo olvidamos. Gracias.

    • Mauricio Priego 16/Abr/2015 en 5:53 am - Responder

      Me alegra que te haya gustado Elizabeth.
      Recibe un fuerte abrazo 🙂

  3. José Antonio Martínez 09/Abr/2015 en 3:56 pm - Responder

    Mauricio buenas tardes, como te podría contactar personalmente para una asesoría de cotización de modalidad 40. Gracias

    • Mauricio Priego 10/Abr/2015 en 6:21 am - Responder

      Buenos días José Antonio,
      Te contacto por correo para que sigamos conversando, ¿te parece?
      Que tengas un excelente día 😉

  4. Rafael Nahui Cuauhtli 08/Abr/2015 en 11:50 am - Responder

    Pues este blog me ha parecido uno de los mejores recursos. Gracias por actualizarlo frecuentemente con valiosos artículos.

    Por cierto, seguimos esperando una publicación donde nos informes qué servicios podemos contratar contigo, Mauricio.

    Saludos afectuosos.

    • Mauricio Priego 09/Abr/2015 en 7:21 am - Responder

      Rafael, gracias sinceramente por el valor que otorgas a nuestro esfuerzo.
      Recibe un cordial saludo 🙂

  5. Luzma 07/Abr/2015 en 2:09 pm - Responder

    Gracias por compartir estas historias con nosotros! Esta es hermosa y sabia!

  6. Oscar 06/Abr/2015 en 1:17 pm - Responder

    Muy bonito relato!!! Y mejor mensaje

    • Mauricio Priego 07/Abr/2015 en 11:14 am - Responder

      Gracias Oscar!
      Que tengas un excelente inicio de semana 😀

  7. Susana Arriola 06/Abr/2015 en 4:24 am - Responder

    Gracias por tomarse la molestia y el tiempo de compartir su sabiduría y sus pensamientos. Es gratísimo leerlo, además de muy ilustrativo no solo en los aspectos financieros, sino humanos.
    Reciba mi admiración y respeto.

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